El placer: un asunto más serio de lo que parece.
«El primer trago de cerveza ….
Es el único que vale la pena. Los siguientes, cada vez más largos, más anodinos, solo te dejan una sensación de pastosidad tibia, de abundancia despilfarradora. Tal vez en el último resurge, con la desilusión de terminar, una apariencia de nervio…
¡En cambio, el primer trago! ¿Trago? Empieza mucho antes de la garganta. En los labios aflora ya ese oro burbujeante, frescor amplificado por la espuma, y lentamente en el paladar un placer tamizado de amargor. ¡Qué largo parece el primer trago! Se bebe de un tirón, con avidez falsamente instintiva. En realidad todo está escrito: la cantidad, ese ni poco ni mucho que constituye el único ideal; el bienestar inmediato rematado por un suspiro, un chasquido de lengua, o, tan importante como estos, un silencio; la engañosa sensación de un goce que se abre al infinito…” Philippe Delerm
El placer es un resultado de la evolución. La naturaleza se aseguró de que el sistema de recompensa de nuestro cerebro marcara con sensaciones placenteras la satisfacción de necesidades básicas como la alimentación, la conexión amorosa y social y la sexualidad. Muchas otras necesidades abren, a través de su satisfacción, un abanico de placeres; placer de la lectura, de aprender, de explorar algo nuevo, de mover nuestro cuerpo y expresarnos. El placer de hacer arte y contemplarlo. Y también pequeños placeres cotidianos como el placer de descansar, jugar, conversar animadamente.
La estimulación de todos nuestros sentidos puede brindarnos un mundo de placeres sensoriales, tocar, oler, saborear, ver y escuchar belleza y armonía.
Una vida sin placer, no sería una vida humana. Y cuando alguna patología como la depresión, se cierne en nuestras vidas, la disminución de la capacidad de sentir placer, ensombrece el mundo que nos rodea y nuestra propia persona.
Estar en contacto con nuestra capacidad de sentir placer, colorea con encanto nuestro mundo entero. Es algo muy simple, pero en nuestras vidas complejas, no siempre sabemos relacionarnos con esta fuerza tan poderosa.
La trampa del placer:
La búsqueda del placer, que se obsesiona en alguna fuente particular de placer, lleva inevitablemente a la dependencia, la adicción, y al sufrimiento.
El aferramiento a un placer en particular, es lo que hace de nuestro deseo una trampa.
El aferramiento suele producirse porque junto a la adhesión a una recompensa aprendida, se yuxtapone la evitación de un displacer. Por ejemplo nos podemos volver adictos a la comida, porque nos hace sentir bien, es rico y nos da placer y al mismo tiempo nos alivia momentáneamente de la ansiedad, el estrés o la tristeza. El aferramiento al placer y la evitación del displacer, como dos caras de la misma moneda, son en muchas personas dos componentes básicos de cualquier adicción. Nos volvemos adictos a un intento de auto regularnos, que se transforma en una desregulación, y se auto mantiene.
Para que el deseo se exprese en nuestros cuerpos, mentes y vínculos de un modo satisfactorio, necesita florecer en la diversidad de nuestros sentidos, y encuadrarse en una ética. Mi placer no puede dañar a otros ni al planeta. Para disfrutar de un modo seguro de los placeres de la vida, necesitamos disponer de un significado y propósito más amplio en nuestras vidas. Estas son condiciones necesarias para que el bienestar del placer, pueda sustentar el nacimiento de la felicidad. El placer desgajado de la intención que orienta nuestra vida hacia lo que consideramos valioso, hacia lo que es realmente importante para nosotros, suele generar vacío interior y hastío. Como lo expresó en pocas palabras Chesterton, cuyo personaje más famoso es el Padre Brown, un sacerdote católico cuya agudeza psicológica lo vuelve un formidable detective : “No existe el placer allí donde no existe más que él”.
Invitación para explorar el placer:
En esta invitación te proponemos dos prácticas para explorar el placer, pero tal vez quieras probarlas de otras formas, que vayan mejor contigo. Siéntete libre para usar las sugerencias de formas creativas.
Práctica: Sostén con levedad el placer, sin aferrarte.
Siéntate por unos minutos en un lugar tranquilo, con tiempo. Tal vez quieras trae a tu mente, lo que es importante para ti. Tómate unos minutos para sentirte en compañía de una imagen o simplemente una palabra que exprese lo que valoras y quieres cultivar en tu vida. No se trata de algo que tu tengas, sino de algo que como un faro, posee de forma intrínseca la potencialidad de orientar tus pasos de un modo seguro.
- Cuando te sientas listo/a, prueba de sentir el placer de algunos sorbos de tu bebida preferida, un buen vino, tu marca de cerveza predilecta, un trago especial. Saborea profundamente cada sorbo y detente a notar sus efectos en el paladar al retenerlo un momento, al tragarlo, al sentirlo deslizarse hacia tu estómago. Siente el perfume de cada trago. Homenajea el momento, viviendo en plenitud el placer. Bebe sintiendo el placer del cuerpo que se relaja, y detente justo ahí, antes de que el alcohol produzca efectos en tu conciencia.
- Prueba de sentir el placer de unos cuadraditos de buen chocolate, de este mismo modo. Puedes optar por dividir el cuadradito en pequeñas partes, y saborear la sensación de derretimiento en tu boca, la intensidad de las sensaciones en tus papilas gustativas, cómo permanece el sabor en tu boca, luego de haber tragado. Disfruta plenamente el placer de cada pequeño bocado antes de tomar un nuevo pedacito de chocolate. Experimenta la satisfacción de la medida justa. Detente justo ahí.
En el día a día advierte todos los placeres que se ofrecen a tu disfrute y regocíjate con lo que hueles, escuchas, miras y tocas; con el movimiento de tu cuerpo, la belleza que te rodea, la compañía de tus afectos, una buena lectura en el silencio de la noche.
Haz los honores a tus sentidos.
El secreto del placer está en saber renunciar a lo que lo arruina.
La renuncia no limita el placer, sino que lo hace posible.
Margarita Ungo