¿Existe la felicidad?

La felicidad es un estado de conciencia que aparece cuando se dan algunas condiciones que la hacen posible.

Empecemos por ver lo que la felicidad no es:

→ no es algo que puedas conquistar ni poseer;

→ no es algo estático y perpetuo, que permanezca contigo

según tu voluntad;

→ no es algo que puedas «lograr» ni a lo que puedas llegar;

→ no está donde la publicidad la ofrece;

→ no está en donde los demás dicen encontrarla, porque

se trata de algo muy personal;

→ no está en algún lugar fuera de ti.

Facilitar momentos de felicidad

Una de las definiciones que más me gustan de la felicidad expresa que es «un estado de la conciencia plenamente satisfecha». Por tanto, hasta donde sabemos, se trata de un estado exclusivamente humano; los animales tienen emociones, pero no tienen la capacidad de tomar conciencia de lo que están experimentando.

Compartimos con el resto de los mamíferos la facultad de sentir las emociones: tristeza, alegría, miedo, enojo, asco, pero la alegría no es lo mismo que la felicidad. El bienestar, que se siente en el cuerpo como comodidad, calidez, tranquilidad, alegría de vivir, puede convertirse en felicidad si somos conscientes de lo que estamos experimentando, y hemos educado nuestra mente para reconocer en el bienestar percibido un potencial momento de felicidad. La felicidad necesita una mente que perciba el bienestar y sea capaz de sentir y pensar: «Estoy feliz».

En psicología se habla muchas veces de bienestar subjetivo, para referirse a la felicidad de un modo académico. Se lo llama subjetivo porque se trata de la evaluación que hace una persona acerca del nivel de satisfacción con su vida. Se trata de una percepción que incluso puede coincidir o no con el estado que esté experimentando la persona en ese momento. Por ejemplo, alguien puede sentirse agotado, pero a la vez feliz porque ha alcanzado una meta, o por el significado que tiene para esa persona la tarea que tanto la cansó.

Saber invitar a la felicidad

Podemos caminar por un bello paisaje sumergidos en pensamientos preocupados, sintiéndonos muy infelices, pero también podemos andar por ese mismo lugar siendo conscientes de los colores, los aromas, la sensación de nuestro cuerpo al sentir el sol o la sombra en nuestra piel. Podemos, entonces, sentirnos afortunados de estar allí, de tener un cuerpo humano para disfrutarlo.En el primer caso, en realidad hemos caminado por un hábito mental de infelicidad; en el segundo, hemos caminado realmente por un bello lugar y hemos descubierto la rendija por la cual invitar a la felicidad a aparecer en ese momento. En este caso, la felicidad es el resultado de haber facilitado las condiciones suficientes para que pueda aparecer un momento de felicidad. Me gusta llamarlo saber invitar a la felicidad.

Es cierto que algunas personas, por factores genéticos y de personalidad, tienen talento natural para hacer las invitaciones. Las personas naturalmente optimistas y quienes tienen una predisposición natural al buen humor tienen una ventaja, sin duda. Así como hay gente especialmente dotada para el dibujo o el canto, algunas personas vienen a este mundo con un gran potencial de desarrollar habilidades de felicidad. Diríamos que son superdotadas en materia de bienestar.

La buena noticia es que, aunque no pertenezcamos a este grupo —cuyos integrantes tal vez no están leyendo este libro—, podemos desarrollar y entrenar las habilidades necesarias para invitar a la felicidad a visitar con más frecuencia nuestra vida. También podemos aprender a reconocer los hábitos de infelicidad, para descubrirlos en su estado naciente y elegir no seguir transitando por ahí.

La felicidad es imprescindible

Las personas severamente deprimidas sufren de anhedonia, que es la incapacidad de experimentar satisfacción con casi todas las actividades. El signo de que se están recuperando de la depresión es que vuelven a sentir que la vida vale la pena, y vale la pena, justamente, porque vuelven a disfrutar de ella. La conciencia de que no estamos disfrutando nuestra vida es una forma de infelicidad, que se agrava si perdemos la esperanza de recuperar la capacidad de ser felices.

La felicidad es algo serio, la necesitamos para vivir y para tener la fortaleza de sortear las desventuras y los tiempos difíciles. Es importante que la cuidemos, la alimentemos y aprendamos las formas de invitarla más seguido a iluminar nuestras vidas.

La naturaleza de la felicidad es similar a la de un arcoíris, que emerge cuando las condiciones atmosféricas lo hacen posible. Todos podemos aprender a facilitar las condiciones para que los colores de la felicidad brillen un poco más seguido en nuestra conciencia.

Extracto del libro «Ser Felíz allí donde estés – Cómo fortalecer tu mente» Margarita Ungo y Paula Brandino, 2022.

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