Compartimos un extracto del capítulo «Ansiedad en niños y adolescentes» escrito por la Psicóloga Fátima Pérez del libro que lanzamos este año «Mindfulness, Sanar tu Ansiedad»:
“Si enseñas a tus hijos a sentir, reconocer y aceptar sus emociones, les enseñas algo de un valor esencial. No necesitan apartarlas, cambiarlas o expresarlas de inmediato. Es suficiente con sentirlas y prestarles atención. Una atención amable”.
Eline Snel, Tranquilos y atentos como una rana 2010
«Ser padres no es una tarea sencilla. No venimos al mundo con un manual que nos enseñe a educar y criar a nuestros hijos de manera que sean felices. Nos encontramos en cada etapa con nuevos desafíos, con nuevas interrogantes, dudas y preocupaciones.»
«¿Cómo puede ayudar Mindfulness en la ansiedad en niños y adolescentes?
Un elemento muy importante en la ansiedad es la preocupación que generalmente está asociada al miedo. La preocupación es una cadena de pensamientos o imágenes vinculadas a un afecto desagradable o incontrolable. Podemos decir que la preocupación y la ansiedad son dos caras de una misma moneda.
Al practicar Mindfulness aceptamos las emociones agradables y desagradables, permitiendo que estén, porque no dependen de que uno las quiera o no. En este sentido, podemos ayudar al niño explicándole qué es lo que está sintiendo, poniendo en palabras sus sensaciones y emociones. Por ejemplo en la situación de Paulina en su primer contacto con los caballos, ella necesitaba poder confiar para poder seguir adelante con su experiencia. Para eso, primero tiene que ser habilitada en su emoción por sus figuras de apego. Necesita que sus referentes adultos, pudieran entender el miedo, la inseguridad que le generó ver un caballo tan grande, cerca. Necesita que sus papás, le organicen eso que siente, lo verbalicen, cómo hizo la mamá en esa ocasión. A través del lenguaje la mamá no sólo organizó lo que sintió la niña, también favoreció el despliegue de la emoción que produjo la situación. Con ésta actitud Paulina se siente contenida y puede asimilar que es normal eso que experimenta y que se llama miedo. “es muy grande…. te da un poquito de miedo, es normal…. vamos juntas a conocerlo, después vemos si quieres subirte en él”. Palabras así hacen que Paulina pueda entender lo que le está pasando y disminuir su ansiedad y finalmente lograr disfrutar el resto de su clase. Los papás tenemos la función de habilitar y aceptar lo que los chicos van experimentando emocional y corporalmente. Podemos aliviarlos, anticipándoles lo que pueden sentir en el cuerpo; que el cuerpo les va a dar señales de lo que experimentan, que algunas van a ser agradables y van a querer que se queden y otras no tanto y voy a desear que se vayan rápido.
Es como ir traduciendo y dándole un lenguaje que, al inicio, el niño no conoce. De esta manera estamos validando y respetando lo que siente, aunque pueda parecernos exagerada la reacción. Los sentimientos nunca son algo negativo, son simplemente lo que sentimos, pero las conductas a través de las cuales los manifestamos pueden ser adaptativas o perjudiciales. Habilitar, estar para ellos, aceptando y conteniendo, no es malcriar, es aquí donde aparecen los límites que los padres debemos establecer. No es que vamos a permitir agresiones o conductas que dañen a alguien.
Algunas veces, hacer esto es difícil para nosotros. Estar disponibles para nuestros hijos, poder estar acompañando y aceptando lo que sienten, nos enfrenta a dar lo que capaz no tuvimos, o no tenemos, y eso resulta doloroso. Pero podemos ir reparando esto, primero aceptando que eso está ocurriendo y luego, tratándonos con amabilidad y amor. Tener una actitud autocompasiva hacia nosotros mismos, en esas situaciones donde quedan al descubierto nuestras carencias, y el dolor que ello nos provoca, nos ayuda a autocalmarnos y estar en un estado de mayor disponibilidad para nuestros niños. No necesitamos ser padres perfectos, nuestras dificultades y carencias pueden ser oportunidades para seguir creciendo en ser más autocompasivos, en no ser tan críticos y duros con nosotros mismos. Esta actitud va a favorecer que nuestro sistema de calma, del que habla el psicólogo Paul Gilbert, suba, pudiendo lograr autoregularme emocionalmente (Paul Gilbert Terapia centrada en la compasión).
En general, si los adultos podemos regularnos emocionalmente, podemos ayudar a los niños a hacerlo en forma más efectiva. Esto es muy importante porque incluso en la ansiedad adaptativa que si bien es evolutiva, puede constituir un sufrimiento para los chicos, cuando no logran gestionarla adecuadamente.
Esto es mucho mayor si la ansiedad es patológica, donde los síntomas son más intensos o se extiende más de lo esperado para su edad del chico. En estos casos sería aconsejable poder consultar con un profesional que pueda realizar un diagnóstico y orientar a los papás.
Especialmente cuando queremos introducir a los niños y adolescentes a la práctica de Mindfulness, es importante que los adultos podamos acompañar a nuestros hijos en ello, como una oportunidad de realizar una actividad en familia.
La vida que llevamos actualmente, el correr de un lado a otro para cumplir con todos los deberes que se tiene a nivel personal y laboral, hace que muchas veces no estemos atentos a lo que hacemos y sentimos. Esto trae aparejado que vivamos en piloto automático, término que ya se ha hablado en capítulos anteriores. Mindfulness es un recurso para aprender a estar atentos y si estoy atento puedo también notar y gestionar las emociones. Solo practicando e integrando Mindfulness de forma concreta a la vida es que los adultos vamos a poder introducirlo con los chicos. Como dijo Albert Einstein “Dar el ejemplo no es la principal manera de influir en los demás, es la única manera”.
Mindfulness, puede proporcionarnos formas de aprender a relacionarnos con los pensamientos, emociones y desarrollar habilidades para responder a lo que nos pasa en la vida de forma más adaptada y con más confianza en uno mismo. Desde esta mirada, Mindfulness nos enseña a no evitar, sino a notar las emociones y aceptar lo que experimentamos momento a momento. «
Psicóloga Fátima Pérez