LA CONEXIÓN: HILOS INVISIBLES DE LA FELICIDAD

Era una tarde de noviembre de 2018 cuando las mujeres de la familia del lado materno, «las unguitas», así nos llamamos desde aquel momento, nos juntamos para hacer los ramos decorativos para la fiesta, en algunas horas llegaría el momento de mi casamiento.

Recuerdo aquel momento, casi como mágico. La luz, los rostros de las personas, aromas y colores. Yo me sentía quizás, como nunca antes, con la confianza profunda de que la vida fluía conmigo. Me sentía conectada, vital  y podía estar abierta a las señales del entorno que me decían «si, la vida está contigo» «si, el amor esta aquí y ahora»

Cuando el mundo se torna un lugar seguro y no hay juicios, podemos estar más presentes y percibir los tesoros de ese momento. La conexión con otras personas enciende  en nosotros el sistema de calma que nos permite estar abiertos, disponibles para  sintonizar con otros seres, y disfrutar lo que la vida nos trae.

Allí en aquella sala, el comedor de la casa de mi infancia y adolescencia, 5 bellas mujeres y yo estábamos creando sin saberlo un ritual de pasaje. Donde también estuvieron presentes, en nuestra conciencia  y en el hacer, las abuelas y bisabuelas de la familia. 

Mi madre, había estado en todos los detalles, acompañándome y buscando formas creativas embellecer todos los momentos. Su entusiasmo y convicción me energizaba y daba fuerza. ¡Si, se puede!  Esa mañana habíamos ido a un mercado en Montevideo para comprar flores frescas de todos los tipos.  Rosas, Margaritas, Gerberas, Coronita de novia, entre otras. Ya teníamos todo listo para comenzar a crear. Las flores estaban en grandes recipientes llenos de agua. La casa olía a verde, a pradera, a sol.

Mi tía y primas de Chile, habían venido para la ocasión. Siempre estaré muy agradecida por su presencia, sus ganas de celebrar y su completa disposición para colaborar con lo que se necesitase. Su visita fue como aire fresco de la cordillera, tan bienvenido en aquellos días cálidos del final de la primavera.

Mi hermana querida, fue también un gran apoyo, su sonrisa amplia y brillante  hacía como de espejo recordándome la belleza de aquellos momentos. Mi hermana menor, que mira con esos ojos brillantes de estrellas, que acompañan y dan luz, ha estado presente en todos los grandes momentos de mi vida. Siento gratitud en este momento.

Y así fue que nos juntamos a crear. En la mesa, al centro, estaban todas las flores, y los frascos de vidrio decorados con una tela bordada sobre arpillera.  Los colores de las flores inundaban la sala; rojos, rosas, amarillos, naranjas, violetas, un arcoíris yacía sobre la mesa. Paso a paso, ramo a ramo, fuimos creando belleza y armonía con nuestras manos.

Todavía puedo saborear los bizcochitos y masitas deliciosas que mi padre nos trajo para tomarnos una pausa. La vida era bella en aquellos momentos, no había prisas, nos divertíamos creando y celebrando el estar juntas.  La conexión estaba en todas partes.

La tarde terminó, la fiesta pasó y fue hermosa, y  la unión de aquella tarde todavía está presente. El nombre de Unguitas quedó consolidado ese día, plasmando el amor y comunión que compartimos juntas, que permanece más allá de la distancia física, que se siente vivo en nuestros corazones, y está esperando un próximo encuentro para volver a celebrar juntas.

Paula Brandino, Noviembre 2021

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